La contaminación —ya sea del aire, del agua, del suelo o de origen industrial— se ha consolidado como la principal causa ambiental de enfermedades y muertes prematuras en el mundo. En 2015, se estimó que provocó aproximadamente 9 millones de fallecimientos prematuros, lo que representa el 16% de todas las muertes globales. Esta cifra supera ampliamente las muertes combinadas por VIH/SIDA, tuberculosis y malaria, y multiplica por 15 los decesos ocasionados por conflictos armados y violencia.
Un flagelo que golpea más fuerte a los vulnerables
El impacto de la contaminación no es equitativo. Las comunidades más pobres y marginadas son las más afectadas. Según estimaciones, el 92% de las muertes vinculadas a la contaminación ocurren en países de ingresos bajos y medios, donde los sistemas de protección ambiental y de salud pública suelen ser débiles o inexistentes. Dentro de estas regiones, los niños son particularmente vulnerables: la exposición temprana, incluso a niveles bajos de contaminantes, puede comprometer su desarrollo físico y cognitivo de por vida.
El alto coste económico de mirar hacia otro lado
A pesar de sus devastadores efectos, la contaminación ha sido subestimada sistemáticamente, especialmente en economías emergentes. Rara vez se incluye en los planes estratégicos internacionales de salud pública. El coste económico de esta omisión es significativo: en algunos países de ingresos bajos y medios, se calcula que la contaminación reduce el PIB hasta en un 2% anual por pérdida de productividad y eleva los costos en salud hasta el 7% del gasto sanitario total. A nivel global, se estima que las pérdidas de bienestar asociadas a la contaminación ascienden a 4,6 billones de dólares anuales, lo que representa un 6,2% de la producción económica mundial.
Una amenaza ambiental global en expansión
La contaminación también constituye una seria amenaza para los ecosistemas y el clima. La quema de combustibles fósiles es responsable del 85% de las partículas finas presentes en el aire, así como de la casi totalidad de las emisiones de óxidos de azufre y nitrógeno. Aunque ha habido mejoras en el acceso a agua potable y la reducción de contaminantes domésticos, la contaminación industrial, química y del suelo continúa en aumento, especialmente en países con rápido crecimiento económico y débil gobernanza ambiental.
Un problema con solución: prevención rentable y efectiva
Lo alentador es que la contaminación es evitable, y su mitigación ha demostrado ser altamente rentable. Varios países de ingresos altos —y algunos de renta media— han logrado significativos avances gracias a políticas ambientales rigurosas. Estas acciones han permitido mejorar la calidad del aire y del agua, reducir la exposición al plomo y crear entornos urbanos más habitables, todo ello sin frenar el crecimiento económico, que en algunos casos se ha multiplicado por más del 250%.
Seis pasos clave para revertir la crisis
La Comisión Lancet sobre Contaminación y Salud, el grupo de científicos detrás del mayor estudio realizado en esta área, propone una hoja de ruta con seis acciones urgentes:
- Colocar la lucha contra la contaminación en la agenda global de prioridades.
- Asignar recursos financieros y voluntad política suficientes.
- Aplicar soluciones comprobadas y costo-efectivas.
- Impulsar la cooperación internacional en ciencia y tecnología.
- Reforzar las políticas y regulaciones ambientales.
- Promover la educación pública y la concienciación ciudadana.
Un desafío del Antropoceno
La contaminación es, junto al cambio climático, uno de los grandes desafíos ambientales del siglo XXI. Ambos amenazan los sistemas que sostienen la vida en la Tierra. El momento de actuar es ahora: la salud humana y la del planeta están en juego. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de responder con decisión y coordinación para revertir una de las crisis más subestimadas de nuestro tiempo.





