Cinta Gregorio | Huelva, España.

En un momento en que los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad son cada vez más tangibles, las soluciones sostenibles no solo se encuentran en grandes acuerdos políticos o avances tecnológicos. A veces, la respuesta está tan cerca como un huerto. La horticultura terapéutica infantil, una práctica en auge que combina el contacto con la naturaleza y el desarrollo integral de los más pequeños, se posiciona como una herramienta transformadora tanto para la salud emocional como para el medio ambiente.

Una conexión con la Tierra que cultiva bienestar

La horticultura terapéutica consiste en utilizar actividades de jardinería como método de intervención para promover la salud y el bienestar. En el caso de los niños, sus beneficios son múltiples y abarcan diversas áreas del desarrollo:

  • Desarrollo emocional: Fortalece la conexión emocional con la naturaleza y promueve el respeto por el entorno, favoreciendo la empatía y la autorregulación emocional.
  • Desarrollo físico y sensorial: Pasar tiempo al aire libre, cuidar plantas y explorar el entorno natural estimula los sentidos y fomenta la actividad física.
  • Desarrollo cognitivo: Los niños aprenden sobre la conservación de recursos, los ciclos de vida y los ecosistemas, interiorizando nociones clave sobre sostenibilidad.
  • Desarrollo social: Participar en actividades comunitarias como el mantenimiento de huertos escolares fortalece el sentido de pertenencia y el trabajo colaborativo.

Más que jardinería: una acción climática con impacto

Además de sus aportes al bienestar infantil, esta práctica ofrece beneficios concretos para el planeta:

  1. Conservación de la biodiversidad: Al cuidar distintas especies vegetales, muchas de ellas autóctonas, se protege la flora local y, con ella, los hábitats de especies amenazadas.
  2. Restauración de ecosistemas: La creación de espacios verdes en zonas degradadas contribuye a la recuperación del suelo y la calidad del aire.
  3. Mitigación del cambio climático: A través de la captación y almacenamiento de carbono, los huertos urbanos ayudan a reducir los gases de efecto invernadero.
  4. Educación ambiental: Introducir a niños y niñas en el cultivo responsable de alimentos fomenta una mayor conciencia ecológica desde edades tempranas.

Una herramienta terapéutica con valor ambiental

La horticultura terapéutica no solo favorece la salud mental reduciendo el estrés, la ansiedad o la baja autoestima, también promueve la resiliencia y el aprendizaje emocional. Su versatilidad permite adaptarse a contextos diversos, desde centros escolares hasta hospitales, y su impacto va más allá del plano individual: quienes cultivan respeto por la tierra, siembran también un sentido de responsabilidad colectiva hacia el futuro del planeta.

En un mundo que requiere cambios urgentes, iniciativas como esta nos recuerdan que educar para la sostenibilidad no tiene por qué ser una tarea abstracta o lejana. A veces, basta con ensuciarse las manos… para limpiar el mundo.


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