Por Irene Villa.

8 de agosto de 2025. Palma de Mallorca, España – “Cuanto más pienso en lo que es el agua, más me doy cuenta de que está presente en todos los seres vivos de este planeta, y que todos los seres vivos la necesitan para seguir viviendo.
Por lo tanto, es literalmente la base de toda vida.
Cada vida que hay en este planeta es un regalo que nos da el agua, y que existe, gracias al agua.”

Con esta reflexión sencilla y profunda comienza Water is Love, un documental que invita a repensar nuestra relación con el recurso más vital del planeta: el agua. Lejos de presentar una mirada alarmista, esta película ofrece una visión inspiradora y transformadora, mostrando cómo el diseño de ecosistemas regenerativos puede cambiar realidades concretas.

El documental aborda una verdad a menudo olvidada: el agua no solo responde al clima, sino que lo crea. Restaurar el ciclo del agua —desde la retención en el suelo hasta la regeneración del paisaje— no es una utopía, sino una estrategia tangible para enfrentar la crisis climática y construir resiliencia.

A través de historias reales e inspiradoras de proyectos exitosos en India, Kenia y Portugal, esta película revela cómo comunidades empoderadas están recuperando el equilibrio hídrico de sus territorios mediante soluciones descentralizadas y profundamente conectadas con el conocimiento ecológico tradicional, fundamental para la subsistencia. Allí donde las sequías parecían inevitables, hoy hay bosques.

Water is Love es una declaración sobre el poder de las personas cuando actúan en armonía con la naturaleza. Una propuesta urgente y esperanzadora para este siglo: recuperar el control sobre el agua desde lo local, desde lo colectivo, desde lo vivo.

Más allá de la lluvia: el fascinante viaje del agua en la naturaleza

Todos tenemos una idea de cómo funciona el ciclo del agua: ésta se evapora, se condensa en forma de nubes, y cae de nuevo en forma de lluvia. Fin de la historia.

Pero en realidad, el proceso natural es infinitamente más rico y complejo. El ciclo del agua no es solo una secuencia física: es un intrincado sistema de interacciones biológicas y geológicas que sostiene la vida en el planeta. Va mucho más allá de la simple evaporación y precipitación.

En un sistema ecológico saludable, la lluvia es recibida por una comunidad diversa de plantas y absorbidas por un suelo fértil y esponjoso, lleno de micro-organismos, insectos, raíces, hongos. El suelo actúa como una esponja viva, que filtra y canaliza el agua hacia los acuíferos subterráneos, donde se enriquece con minerales. Cuando estas reservas se llenan, el agua vuelve a surgir en forma de manantiales, alimentado ríos y arroyos.

En este ciclo, mucho más amplificado y enriquecido, los árboles desempeñan un papel fundamental en este proceso: a través de la transpiración, un solo árbol adulto puede liberar hasta 500 litros de agua al día hacia la atmósfera.  Además, ayudan a enfriar el entorno y, por la noche, facilitan la condensación del agua, creando pequeños ciclos que nutren las nubes en su trayecto desde el mar hasta el interior del continente.

Otro de sus roles vitales es evitar la escorrentía —ese arrastre superficial de agua que erosiona y contamina— favoreciendo en cambio la infiltración al suelo. Gracias a esta interacción constante, el ciclo del agua se convierte en un engranaje esencial de los ecosistemas terrestres.

Comprender este gran ciclo hídrico es reconocer que el agua no viaja sola. Viaja con la vida, gracias a ella y para ella.

Esquema del ciclo del agua. Imagen generada por IA

¿Cómo se ha interrumpido este ciclo?

La deforestación masiva, el drenaje de humedales, la mala gestión de pastizales y suelos, la urbanización y la construcción de ciudades e industrias en todo el mundo han alterado profundamente el movimiento natural del agua en el planeta. Esta desastrosa planificación urbana ha desplazado a millones de personas y especies de sus hábitats naturales.

Cuando la vegetación desaparece o se vuelve escasa disminuye drásticamente la evapotranspiración, el proceso por el cual las plantas liberan humedad a la atmósfera. Como resultado, el suelo queda expuesto, se calienta más rápido y pierde su capacidad para retener agua. Si a esto le añadimos la pavimentación extensiva, el problema se agrava: el suelo se vuelve duro e impermeable, incapaz de absorber la lluvia.

Sin vegetación ni capa fértil que actúe como esponja, la lluvia no se infiltra, sino que arrastra la tierra superficial y genera erosión. En ese punto, el ciclo del agua se rompe.

Lo que sigue son consecuencias que ya estamos viviendo: manantiales y ríos que se secan, lluvias torrenciales que causan inundaciones, y periodos prolongados de sequía que favorecen incendios forestales. Cada uno de estos eventos libera más CO₂ a la atmósfera, intensificando el calentamiento global y cerrando un círculo vicioso.

Esta alteración del ciclo del agua alimenta los fenómenos meteorológicos extremos que vemos con creciente frecuencia en todo el mundo.

La buena noticia: así como lo rompimos, podemos ayudar a repararlo. Restaurar la vegetación, cuidar el suelo, rediseñar nuestras ciudades en armonía con la naturaleza y retener el agua en el territorio son pasos concretos hacia un futuro más resiliente.

Esquema de la alteración del ciclo del agua. Imagen generada por IA.

Fluir con la Tierra y restaurar el ciclo del agua

Entender la Tierra como un sistema vivo complejo e interconectado, nos ofrece una mejor comprensión de la crisis climática. Como cualquier organismo, nuestro planeta busca constantemente su homeostasis: un punto de equilibrio dinámico que sostiene la vida. Hoy ese punto está roto. Ya no basta con adaptarnos a las consecuencias del cambio climático o mitigar sus efectos. Es momento de ir más allá y regenerar. Restaurar aquello que hemos deteriorado y recuperar las funciones vitales de los ecosistemas.

A estas alturas ya hemos podido llegar a la conclusión de que el clima hace el agua, y el agua hace el clima. Por lo tanto, ayudar a restaurar el ciclo hidrológico puede ser una de las claves para contribuir a esa “homeostasis” planetaria.

Nuestras estructuras socioeconómicas y el diseño del territorio deberían estar en armonía con el ciclo del agua. Sin embargo, encontramos que la gran mayoría de ciudades están basadas en patrones que van en contra de esta realidad – y con tendencia a más, especialmente con los cambios en materia de legislación que se pretenden en territorio español – ; y hasta que la humanidad no fluya con las dinámicas del agua, va a ser difícil avanzar hacia un mundo en homeostasis.

El poder de los ejemplos positivos frente a la ecoansiedad

Vivimos tiempos desafiantes. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental no solo afectan a los ecosistemas, sino también a nuestro estado emocional. La solastalgia —esa tristeza por la transformación del entorno natural— y la ecoansiedad son fenómenos cada vez más comunes. Frente a este panorama, necesitamos más que nunca sembrar esperanza.

Compartir ejemplos de éxito en regeneración ambiental, acciones colectivas y proyectos que cuidan la vida es más que inspirador: es esencial. Estas historias activan nuestra capacidad de imaginar futuros posibles y alimentan valores como la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad compartida, frente al individualismo y el cortoplacismo que dominan muchos discursos actuales.

Las buenas noticias no son ingenuas ni decorativas. Son motores de cambio. Nos recuerdan que la creatividad humana, alineada con los ritmos de la naturaleza, puede generar verdaderas transformaciones. Que hay comunidades que han restaurado bosques, recuperado fuentes de agua, revivido suelos fértiles y reconstruidos tejidos sociales.

Dentro de cada persona habita un potencial regenerativo. Reconocerlo, activarlo y compartirlo es una de las formas más poderosas de sanar, no solo nuestro entorno, sino también nuestras emociones.

Referencia: Mallam, Winona. Water is Love. 2017. Films for Action. Video en línea. https://www.filmsforaction.org/watch/water-is-love/.


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