4 de mayo de 2024. Antofagasta, Chile – Para los pueblos indígenas de Latinoamérica, la «Madre Tierra» no es un concepto abstracto ni un recurso a explotar. Es una entidad viva, sagrada y profundamente interconectada con todas las formas de vida. Bosques, ríos, animales, aire y suelos forman parte de un sistema que no solo sostiene la existencia física, sino también la identidad espiritual y cultural de estas comunidades.
Esta cosmovisión convierte a los pueblos originarios en los principales custodios del medio ambiente. A pesar de su rol crucial, enfrentan amenazas crecientes por la expansión industrial, el cambio climático y la exclusión sistémica.
Un vínculo espiritual con la tierra
Para las comunidades indígenas, el territorio es más que tierra: es historia, identidad y futuro. La relación con la naturaleza está basada en el respeto y la reciprocidad, donde el agua, los árboles y los animales son considerados seres con derechos. Protegerlos es una responsabilidad ancestral que guía su forma de vida.
Sin embargo, esta conexión está siendo erosionada. La expansión de proyectos extractivos y agrícolas ha generado profundos impactos ambientales, afectando el acceso a recursos vitales y provocando la pérdida de biodiversidad, contaminación del agua y desplazamientos forzados.

Territorios bajo presión
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), los conflictos por tierras y recursos naturales se intensifican en contextos de exclusión política y marginación económica. Esto agrava la vulnerabilidad de los pueblos indígenas, quienes representan el 5% de la población mundial, pero el 15% de los más pobres. Un tercio vive en extrema pobreza, muchas veces en zonas rurales con limitado acceso a servicios básicos, incluida la atención en salud.
Avances y desafíos
A pesar del abandono histórico, se han logrado importantes avances internacionales. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) marcó un hito en el reconocimiento global de sus derechos. A nivel regional, organizaciones como la CEPAL y la FAO promueven enfoques interculturales y estrategias inclusivas para la sostenibilidad y la resiliencia.
Pero aún persisten enormes brechas en la implementación efectiva de estas políticas y en la asignación de recursos financieros que garanticen su participación plena en la protección del medio ambiente.
Tres razones por las que los pueblos indígenas son clave en la lucha contra el cambio climático
1. Población estratégica en zonas rurales
Latinoamérica alberga a más de 58 millones de personas indígenas, la mitad de ellas en áreas rurales. Junto con las comunidades afrodescendientes, representan casi la mitad de la población rural total. Su presencia en territorios clave los convierte en aliados fundamentales para frenar la degradación ambiental.
2. Extensión de territorios con alto valor ecológico
Los pueblos indígenas custodian cerca del 20% del territorio latinoamericano —más de 400 millones de hectáreas— y muchas de estas tierras coinciden con áreas protegidas o de alta biodiversidad. Se estima que sus territorios representan un tercio del área forestal regional.
3. Conocimientos ancestrales para la sostenibilidad
Los métodos tradicionales de gestión ambiental han demostrado ser más eficaces que muchas políticas estatales. Diversos estudios evidencian que los bosques administrados por pueblos indígenas presentan menores tasas de deforestación y mayor almacenamiento de carbono que aquellos bajo gestión gubernamental.
Un llamado urgente
Los pueblos indígenas no solo enfrentan la amenaza del olvido y la pobreza, sino también la presión directa sobre sus tierras. A pesar de su papel clave en la conservación de la naturaleza y la lucha contra el cambio climático, tienen dificultades para acceder a fondos internacionales y ejercer control efectivo sobre sus recursos.
Reconocer su derecho a decidir sobre sus territorios, incorporar su cosmovisión en las políticas públicas y garantizar su participación activa no es solo una cuestión de justicia: es una estrategia necesaria para asegurar un futuro más equitativo y sostenible para toda la humanidad.






