15 de septiembre de 2023. Antofagasta, Chile – La salud del planeta y la de las personas están más conectadas de lo que creemos. En Latinoamérica, una región rica en biodiversidad y recursos estratégicos, esta relación cobra una dimensión crítica. Mientras el mundo depende de sus materias primas para sostener el crecimiento tecnológico y económico, los efectos secundarios recaen, muchas veces en silencio, sobre la salud de millones de personas.
Una región vital para el mundo… y vulnerable
Latinoamérica suministra al planeta una parte fundamental de sus recursos: minerales, petróleo, gas, alimentos, agua dulce y energía renovable. Suelos fértiles, selvas biodiversas y abundantes reservas energéticas posicionan a la región como un pilar del desarrollo global. Sin embargo, esta riqueza también supone una carga.
La explotación de materias primas no solo genera impactos ambientales profundos, sino que expone a las comunidades locales a riesgos sanitarios persistentes. El cáncer es uno de ellos.

Medio ambiente y cáncer: cuando el desarrollo enferma
Los estudios muestran una conexión directa entre la degradación ambiental y el aumento de enfermedades como el cáncer. En Latinoamérica, estas relaciones se evidencian en distintos contextos:
- Minería y metales pesados: En regiones andinas, la liberación de partículas tóxicas contamina el aire y los suelos, elevando el riesgo de cáncer pulmonar entre trabajadores y comunidades cercanas.
- Contaminación del agua: La actividad petrolera y minera vierte sustancias tóxicas en ríos y lagos, afectando el acceso a agua potable segura.
- Aire contaminado: Las emisiones industriales exceden los niveles recomendados, y la exposición crónica a gases como el dióxido de azufre o partículas en suspensión es un factor comprobado en la aparición de enfermedades respiratorias graves.
- Pesticidas agrícolas: Su uso intensivo en monocultivos expone a trabajadores y habitantes rurales a químicos cancerígenos, con consecuencias acumulativas a largo plazo.

¿Qué dicen las políticas públicas?
Aunque se han promulgado leyes y normativas en favor del ambiente y la salud, en muchos casos su aplicación es débil o desigual. La necesidad de generar ingresos a través de la extracción de recursos naturales continúa priorizándose por encima de la protección de la salud. Se necesitan políticas más firmes, con marcos legales armonizados a nivel regional y fiscalización real para mitigar daños irreversibles.
¿Hacia dónde vamos?
Hablar de salud ambiental no es solo una cuestión ecológica, sino también social y económica. El desarrollo no puede continuar a costa de la salud de las personas. Latinoamérica enfrenta el desafío —y la oportunidad— de liderar un modelo de sostenibilidad que combine su riqueza natural con una estrategia de protección y bienestar comunitario.
En resumen, el futuro de la región depende de cómo se gestione hoy el delicado equilibrio entre progreso y salud pública. Y para lograrlo, necesitamos voluntad política, ciencia, educación ambiental y una ciudadanía activa.





