Cinta Gregorio.
22 de marzo de 2023. Huelva, España – En un mundo marcado por los efectos cada vez más tangibles del cambio climático, la salud mental se ha convertido en una dimensión clave del bienestar humano frecuentemente olvidada. La psicología ambiental, una disciplina que estudia las relaciones entre las personas y su entorno, ofrece nuevas herramientas para comprender y afrontar este desafío global.
Más allá de los impactos físicos que generan fenómenos como olas de calor extremas, sequías o tormentas tropicales, el cambio climático está dejando una huella emocional profunda en las poblaciones. La ansiedad climática, la depresión vinculada a la pérdida de hábitats o bienes materiales, e incluso el estrés postraumático derivado de desastres naturales, son solo algunas de las consecuencias psicológicas que emergen con fuerza.
El documento “La importancia de la Psicología Ambiental”, elaborado por la psicóloga Cinta Gregorio Garrido, señala una lista preocupante de efectos asociados: desde el aumento de hospitalizaciones psiquiátricas y el abuso de sustancias, hasta el incremento de pensamientos suicidas en poblaciones vulnerables, especialmente niños y adultos mayores. Estos grupos presentan mayores probabilidades de generar respuestas de alta intensidad ante traumas medioambientales, pero también tienen en el sentido de comunidad una fuente crucial de resiliencia.
La migración forzada por la crisis climática —a menudo causada por la escasez de recursos naturales o catástrofes climáticas— también se suma a esta carga emocional. El desarraigo, la incertidumbre y los conflictos sociales emergentes tienen impactos psicológicos profundos, haciendo cada vez más necesaria una respuesta desde la psicología social para fomentar consensos, cohesión y respuestas comunitarias sostenibles.
Pero la psicología ambiental no solo diagnostica: también propone. A través del entrenamiento de habilidades de comportamiento, como la implementación de pautas sobre reciclaje o sostenibilidad cotidiana, se puede mejorar la percepción de autoeficacia y fomentar conductas proambientales. Según los expertos, reforzar positivamente estas prácticas genera un mayor compromiso ambiental, lo que también tiene beneficios emocionales: sentir que se contribuye al cambio disminuye la angustia climática y refuerza la esperanza colectiva.
El crecimiento personal después de experiencias traumáticas es otro foco que la psicología ambiental aborda con optimismo. Lejos de resignarse, muchas personas desarrollan resiliencia tras vivir eventos climáticos extremos, encontrando en su comunidad una red de contención, sentido y propósito.
En un contexto de crisis planetaria, la psicología ambiental se erige como una aliada fundamental para diseñar estrategias que aborden no solo los desafíos ecológicos, sino también los emocionales y sociales que derivan de estos. En palabras simples: cuidar del planeta implica también cuidar de nuestra mente.





